Vivimos obsesionados con lo nuevo: la última red social, la última tendencia, el hack del mes. Pero los emprendedores con más experiencia saben que lo que perdura suele ganar. Aquí es donde entra en juego el Efecto Lindy.
Esta teoría (popularizada por el ensayista Nassim Taleb) dice que, para las cosas que no envejecen físicamente –ideas, tecnologías, libros, productos–, cuanto más tiempo llevan existiendo, más probabilidades de que sigan existiendo por mucho más.
En otras palabras, si un principio o práctica ha superado la prueba del tiempo, probablemente siga siendo válido mañana. Lo viejo es el nuevo oro.
¿Cómo aplicar esta mentalidad Lindy a tu emprendimiento? Empieza por distinguir moda de fundamento.
Pregúntate: “¿Esto seguirá siendo útil dentro de 5, 10 o 50 años?”. Por ejemplo, construir una relación con tus clientes es tan valioso en 2025 como lo era en 1925.
Las herramientas cambian (antes cartas físicas, hoy email marketing o CRM como HubSpot), pero la esencia es la misma: conocer y servir bien a tu cliente.
Invertir en algo tan clásico como una newsletter propia puede ser más Lindy que bailar en la última tendencia de TikTok. ¿La razón? El email existe desde hace décadas y sigue convirtiendo, mientras que las modas en redes van y vienen. Haz más de lo que no caduca, menos de lo que expira.
Esto no significa ignorar la innovación (¡ojo! hay que evolucionar). Se trata de construir sobre fundamentos sólidos.
Un contenido evergreen (ejemplo: un artículo guía “Cómo gestionar tu flujo de caja” en tu blog) te seguirá trayendo lectores dentro de años, mientras que un post viral sobre un meme actual morirá la semana próxima. En productos igual: si resuelves una necesidad humana básica o un “dolor” que la gente ha tenido siempre, tienes más garantías de relevancia futura. La comida, el transporte, el ahorro de tiempo, la salud, la comunicación… son terrenos Lindy.
En cambio, montar tu negocio entero sobre la moda del momento (¿remember fidget spinners?) puede darte un pico de éxito… seguido de la caída.
Adoptar el efecto Lindy como filtro te obliga a pensar en el largo plazo. Por ejemplo, a la hora de tomar decisiones estratégicas: ¿Qué opción sienta mejores bases para dentro de una década, en vez de solo ganar este trimestre? Quizá eso signifique elegir un crecimiento más lento pero sostenible, en lugar de quemar dinero en una campaña agresiva que mañana nadie recuerde.
O priorizar calidad sobre cantidad: es tentador comprometer calidad por ganar rápido, pero las empresas Lindy (las que duran) cuidan su reputación a cada paso. Piensa en marcas centenarias que siguen fuertes – muchas nacieron resolviendo un problema real y jamás traicionaron sus valores esenciales.
Con ejemplos se ve más claro. Jeff Bezos, por ejemplo, contó que en Amazon siempre se preguntaba: “¿Qué cosas no van a cambiar en 10 años?”.
La gente siempre querrá precios bajos, entrega rápida y variedad. Así que hizo de esos principios su norte constante. Tú puedes hacer lo mismo: identifica los 2-3 invariables de tu sector y construye alrededor de ellos.
Otro ejemplo: la atención al cliente. Por más chatbots que salgan, las personas siempre apreciarán ser bien atendidas – esa inversión jamás pasará de moda.
La clave está en la palabra “siempre”. Lo que “siempre” ha funcionado merece tu atención. Lo que “nunca antes se ha visto” es genial para experimentar, pero no apuestes en ello la granja sin validar.
¿Cómo aplicar el Lindy Effect desde hoy?
Crea contenido perenne. Un tutorial útil, un podcast de evergreen topics, un libro electrónico sobre un problema clásico de tu sector. Ese activo trabajará por ti por años.
Ofrece un producto/servicio “para siempre”. ¿Puedes dar garantía de por vida? ¿Soporte vitalicio? Suena loco, pero demuestra que confías en que lo tuyo está hecho para durar.
Construye relaciones, no solo ventas. Una comunidad de clientes fieles (newsletter, grupo, foro) envejece como el vino: cada año vale más. Los followers de moda en una plataforma quizá ni existan en 2 años.
Aprende de la historia. Mira empresas longevas de tu industria: ¿qué hicieron bien? ¿qué principios no negociaron? Quizá esas mismas recetas (adaptadas) te funcionen a ti.
En resumen, pensar como emprendedor atemporal es apreciar la sabiduría escondida en lo que perdura. Antes de obsesionarte con “lo próximo”, asegúrate de dominar “lo probado”. Innova, sí… pero sin tirar por la borda las fórmulas que ya funcionan. Pregúntate qué querrán siempre tus clientes y dáselos de forma fresca.