Los inversores de capital riesgo de OpenAI no se pararon a reflexionar sobre la misión de la empresa de servir a la «humanidad» desarrollando inteligencia artificial. Tampoco pensaban en la rentabilidad de su inversión. En lo único que habían pensado era en la fe que le profesaban a una persona en particular: Sam Altman.
Por suerte para ellos, después de haber sido fulminantemente despedido el pasado viernes, el hombre al que habían apoyado para dirigir la desarrolladora de ChatGPT ha regresado.
Altman ha sido fundamental a la hora de ayudar a OpenAI y a sus empleados a consolidar su posición como la startup más exitosa de Silicon Valley, y de convencer a cualquier inversor para que se llevase un trozo del pastel. «La demanda superaba con creces a la oferta«, ha afirmado un inversor especializado en startups de IA —que ha pedido no ser identificado— a Business Insider .
La increíble reputación de Altman entre los inversores de capital riesgo ha desempeñado un papel muy importante, según los inversores, y nadie esperaba que el consejo de administración de OpenAI tomase la decisión de destituirle. «La gente asumió que Sam estaba al mando«, ha señalado el inversor.
Tras el despido de Altman y a pesar de las críticas, Vinod Khosla, uno de los primeros inversores en OpenAI, salió en defensa del empresario.
«Confiaría en la ética de @sama y en su integridad a la hora de equilibrar los intereses de todos y presidir una herramienta de poder como @OpenAI por encima de TODAS las demás personas destacadas de la tecnología, los negocios, Hollywood, la política o las organizaciones sin ánimo de lucro, al mismo nivel que confío en el profesor Yunus», aseguró Khosla en su cuenta de X (la antigua Twitter).
Pero antes de que OpenAI se convirtiese en uno de los nombres más conocidos de la industria tecnológica, los inversores de capital riesgo que buscaban obtener beneficios se mantuvieron alejados de la compañía debido a su fundación como organización sin ánimo de lucro, ha explicado otro inversor que ha pedido no ser nombrado.
Los estatutos de OpenAI establecen claramente que el «principal deber fiduciario de la empresa es la humanidad», no los inversores con fines lucrativos.
Aun así, el rápido desarrollo que ha experimentado su tecnología bajo la dirección del expresidente de Y Combinator, Sam Altman, ha permitido a muchos inversores mirar para otro lado cuando OpenAI vino a pedir capital en 2019. «Con las startups de éxito, la gobernanza se deja de lado muy pronto«, ha indicado el inversor.
Ese momento abrió las compuertas de la inversión de capital riesgo y firmas como Thrive Capital, Tiger Global Management, Khosla Ventures o Sequoia Capital llamaron a la puerta de la desarrolladora de ChatGPT con cheques para invertir. Y, desde entonces, Microsoft habría ofrecido unos 13.000 millones de dólares —11.900 millones de euros— para hacerse con una participación del 49% de la compañía.
La compleja y singular estructura de gobierno corporativo de OpenAI permitía a las sociedades de capital riesgo invertir en su división con ánimo de lucro sin llegar a influir en el consejo de administración sin ánimo de lucro, compuesto en su conjunto por cofundadores o expertos externos en inteligencia artificial.
Se trataba de una situación increíblemente única en el mundo empresarial.
«Casi todos mis consejos de administración han tenido obligaciones fiduciarias para con los accionistas, no con la humanidad», ha apuntado Wesley Chan, cofundador y socio director de FPV Ventures, un fondo de 450 millones para empresas en fase inicial de inversión.
OpenAI se rige, ante todo, como una organización sin ánimo de lucro, con un consejo de administración que, antes de que se desatase el caos, estaba compuesto por: Greg Brockman, cofundador y presidente de OpenAI (que también ejercía de presidente del consejo); Ilya Sutskever, cofundador y científico jefe de OpenAI; Tasha McCauley, científica de gestión adjunta de Rand Corporation y mujer del actor Joseph Gordon-Levitt; Helen Toner, directora de estrategia del Centro de Seguridad y Tecnologías Emergentes de Georgetown; Adam D’Angelo, director ejecutivo de Quora; y Sam Altman, CEO de OpenAI.
Aun así, la dirección de Altman y la propia tecnología y el potencial que demostró tener fueron los principales motivos que llevaron a muchos fondos a querer invertir.
«Creo que la gente se dio cuenta claramente de que esto va a ser muy, muy transformador, así que creo que estaban dispuestos a pasar por alto un montón de cosas«, ha sugerido Karthee Madasamy, fundador y socio director de MFV Partners, una firma que se especializa en tecnologías puntas como la IA, la robótica o la computación cuántica.
Sin embargo, cabe la posibilidad de que algunos inversores estuviesen dispuestos a convertirse en «amigos de los fundadores» y, en el caso de OpenAI, uno de los nombres más importantes de Silicon Valley fue difícil de rechazar.
Madasamy, que fue director general de Qualcomm Ventures y en su momento formó parte del consejo de administración de Waze, ha afirmado que, en los últimos cinco o seis años, esta actitud favorable a los fundadores ha sido habitual entre las startups en las que los consejos de administración no quieren ser demasiado restrictivos con sus fundadores.
Khosla defendía la estructura del consejo de administración de OpenAI en X. «Muchas empresas europeas, como Ikea, Bosch, la Fundación Novo Nordisk, la Fundación Bertelsmann, la Fundación Carlsberg, etc., tienen relaciones similares entre organizaciones con y sin ánimo de lucro. No hay nada malo en combinar lo mejor de ambos mundos», señalaba este experto.
En respuesta al argumento de Khosla, David Sacks, un inversor de capital riesgo de Craft Ventures, ha publicado en X: «Con el debido respeto, creo que los acontecimientos de la última semana han refutado de forma concluyente esta opinión, al menos en el contexto de Silicon Valley«.
Es probable que, como parte del acuerdo para que Altman vuelva a ser CEO de OpenAI, la estructura del consejo de administración y del gobierno corporativo cambien.
Tal y como ha publicado The Verge, el propósito del nuevo consejo de OpenAI —formado por D’Angelo, actual miembro de la junta; Larry Summers, antiguo secretario del Tesoro de Estados Unidos; y Bret Taylor, antiguo codirector ejecutivo de Salesforce— va a ser nombrar a un nuevo consejo de hasta nueve personas, de la que Microsoft y Altman ya han pedido formar parte.