La creatividad siempre ha sido mi refugio, mi forma de hacer que las cosas cobren sentido, incluso cuando por fuera podían parecer caóticas.

 

Sin embargo muchas veces he sentido que ser creativa era como “esa parte rebelde de mí” que debía esconder.

El hobby, lo que haces cuando terminas “el trabajo de verdad”, porque claro, lo que disfrutas no puede ser trabajo ¿o sí?

 

Y a pesar de tener muy claro que desde que creé mi negocio hace 7 años, mi trabajo debía formar parte de lo que más me gusta hacer en mi día a día, alguna vocecilla interna me decía…

 

La gente no espera de ti este tipo de cosas, la gente quiere:

Resultados, productividad, textos, buenos consejos, sesiones maestras que les sacaran del bloqueo…

 

¿En qué plano dejaba entonces la creatividad, ideas, imaginación, el salir de “lo que hay que hacer”?

 

Pues quedaba en esa especie de magia que solo me he atrevido a sacar para dar el tímido toque final a cada trabajo, ese toque por el que te dicen:

”Wooow, pero y esto?”

“Qué pasada, me encanta!”

“¿Pero tú qué tienes en la cabeza?”

 

 

Claro, es un extra, que sale cuando sale…

Secundario…

 

A veces fluye y a veces no, otras aunque fluya, prefieres guardarlo (porque quizá piensan que se me ha ido la pinza y total, si se me ha ocurrido en 2 minutos, no puede ser importante).

 

Hasta que me permití sacarlo, darle prioridad.

 

¿En serio iba a dejar que la parte de mí con la que más disfruto, en la que más potente soy se quedara apartada?

 

Como si fuera el extra de queso.

Un poco más de sal.

O las virutas de chocolate del cappuccino…

 

Tenía que organizar y dar claridad a mi extra de queso para convertirlo en la masa (o la pieza fundamental).

 

Yo solía resistirme a las estructuras. Pensaba que planificar, organizar o definir era como poner límites a mi imaginación.

 

Pero en realidad, el problema es que no le estaba dando la importancia que tenía a ese don que durante mucho tiempo me ha hecho creer que soy algo impulsiva, caótica, indisciplinada…

 

¡Pero no era cierto!

 

Mi capacidad de trabajo es grande, pero tantas ideas que no llegan a materializarse te dan una sensación de frustración que a veces no te deja ver la realidad.

Cuando las ideas se pierden, cuando saltas de una a otra que en ese momento te parece más importante… es esa sensación.

¿Te suena?

 

Un día entendí que la claridad no es el enemigo de la creatividad.

Es su aliada.

 

Tener una estructura clara no significa encerrar tus ideas en una caja. Significa darles el espacio para crecer, evolucionar y, finalmente salir a la luz para fortalecerte como negocio, como persona.

 

 

Decidí dejar de improvisar.

✨ Mejor dicho, decidí improvisar sobre una base sólida que me daba libertad para crear.

¡Y todo explotó!

(Bueno, ahí me he pasado un poco, o no…)

 

  • Ideas que antes se quedaban en el aire empezaron a tomar forma.
  • Proyectos que no había terminado por falta de tiempo o claridad ahora fluían hasta el final.
  • Y esa sensación de caos comenzó a desvanecerse.

 

Hoy, mi negocio se rige por mis normas y todo tiene su lugar.

Sin rigidez.

Sencillo.

Fluido.

Disfrutón.

 

Si alguna vez has sentido que tus ideas no se materializan, no avanzan, que tus bases se tambalean, te entiendo.

No necesitas complicarte. Solo necesitas un plan (flexible) que te dé claridad, flow y la libertad para disfrutar el camino.

 

Justo es lo que trabajo en El Plan B, un proceso para crear las bases y estructura de tu negocio, mensaje de marca, plasmarlas en tu plataforma web sin complicaciones y que fluyan las ideas.

 

Pero ahora, no te entretengo más.

 

Nos vemos en la próxima FUGA,
Carmina

Carmina Lozano

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