Tras una década trabajando para Airbus, Estefanía Ferrer se dio cuenta de que su sueño empresarial y vital estaba lejos de la industria aeronáutica. Bastó que llegase la pandemia para que, en los tres meses que la compañía la mantuvo en casa, crease de la nada junto a una amiga y compañera de piso, un pequeño laboratorio –se lo permitían sus estudios de ingeniería química– como embrión de toda una firma de ingeniería cosmética.
Hoy, no llega a cuatro años después, Lico Cosmetics factura seis millones de euros y da empleo a una treintena de trabajadores. Pero si de algo se siente especialmente satisfecha su promotora, es de su compromiso con las clientas: “Hasta hace apenas unos meses, yo misma atendía por Whasapp preguntas y peticiones en nuestro canal de atención a las consumidoras”, relató a este diario. Ello, a pesar de contar con un departamento que lleva ex professo este tema”, explicó esta emprendedora granadina, pero que ha pasado casi toda su vida viviendo en Sevilla.
El interés de ambas por la cosmética, “porque no encontrábamos el producto ideal, a nivel de formulación, a pesar de que se trata de un mercado muy competitivo”, las llevó a comenzar a crear sus propios productos, “como hobby, gracias a la ayuda de un modesto laboratorio de Sevilla, que nos dio la oportunidad de fabricar pequeños lotes para nosotras mismas y nuestro entorno más cercano”.
Estefanía Ferrer pasó un año formándose en Lanzadera, la incubadora de empresas del fundador de Mercadona
En junio de 2020 lo vio claro: era entonces o nunca. “Tres meses dan para mucho cuando se tiene una pasión y un más o menos claro”, comentó Estefanía Ferrer. “Basta con no distraerse en los detalles menores. El nombre de la empresa, por ejemplo, es el acrónimo con las siglas de laboratorio de ingeniería cosmética. Sin adornos. Y los frascos de nuestros productos, siendo de la más completa formulación y de una efectividad impresionante, al decir de nuestras clientas, son de vidrio tintado para productos farmacéuticos, que son económico y neutros, ni feos ni bonitos, prácticos: conservan muy bien el producto, evitan que el sol lo dañe, son reciclables…”.
Toda su inversión va dirigida “a la calidad del producto, no al embalaje. Y por eso tenemos una tasa de repetición elevada y un grado de satisfacción excelente”, razonó esta emprendedora sin un ápice de soberbia o de intentar dar clases a los grandes competidores de la industria de la estética y la belleza.
Sin embargo, hablando de clases, sí que reconoce haber recibido una formación muy interesante en Lanzadera, la incubadora y aceleradora de empresas de Juan Roig, el propietario de Mercadona. Una vez que decide comprarle la mitad de Lico Cosmetics a su socia, “que tenía otro trabajo y otras preocupaciones, lo primero que hice fue acudir a formarme y a aprender, porque no tenía ni idea de llevar una empresa. No he cursado ningún MBA, ni sabía nada de finanzas, de contabilidad, de gestión, de equipos…”. Reconoce que escuchaba conversaciones que no le decían nada: “Para mí todo aquello era chino: que si rondas de financiación, que si valoraciones… Soy una persona muy sociable y me encanta hablar con todo el mundo, pero lo pasaba fatal, porque no entendía nada de lo que se hablaba”.
Algo aprendería del paso por la Lanzadera, porque un detalle interesante de esta aún pequeña empresa es que tiene “toda la cadena de valor controlada desde el principio: la propiedad intelectual es nuestra, el desarrollo de fórmulas, la fabricación y la comercialización, que hacemos única y exclusivamente a través de nuestra web. Tenemos atención al cliente, equipo de marketing…”, relató Estefanía Ferrer. En cuanto al producto, esta emprendedora comentó que les distinguen –porque le gusta emplear el plural mayestático para incluir así a todo su equipo– dos cosas: una es la ingeniería cosmética, “aunamos en cada uno de los tratamientos una parte de I+D+I, para lograr resultados inequívocos en la piel, más los ingredientes naturales de máxima calidad, que vamos buscando por todo el planeta”.
La creadora de Lico Cosmetics se reconoce ‘clientecéntrica’: le mueve pensar en quienes van a usar sus productos
Para demostrar la importancia de poner al cliente en el centro, la emprendedora puso: “Tenemos productos devuelven la luminosidad al rostro, corrigen las arrugas, las bolsas, las ojeras… Nuestro primer lanzamiento fue un tratamiento que mejoraba la luminosidad, y lo que mejor nos proporcionaba la ingeniería era la vitamina C microencapsulada en un polímero de celulosa que tiene un efecto patentado y actúa durante ocho horas. Pero echamos la vista a la tierra y nos preguntamos qué nos ofrecía esta para mejorar las pieles apagadas, y penamos en la vitamina E que establece muy buena sinergia con la C, y cuya fuente más se encuentra en el desierto del Kalahari. Así, incluyendo ambos ingredientes, añadimos al producto un aroma que recuerda ese lugar concreto del mundo”, explicó a este diario.
Con una pequeña inversión inicial de 15.000 euros, hace poco más de tres años, esta emprendedora comentó, sin darle mayor importancia, que el haber superado los seis millones de euros de volumen de negocio en 2023, “pasamos ahora a ser considerados por Hacienda una “gran empresa”, y a integrarnos en el Sistema de Información Inmediata (SII), autoliquidando el IVA de forma mensual. El siguiente gran paso llegará en breve, cuando seamos más de 50 las personas que trabajemos en Lico Cosmetics, y empecemos a implementar códigos de igualdad, etcétera”.
Facturación a un lado, Estefanía Ferrer sigue pendiente de sus clientas –“la cosmética es todavía terreno femenino en un 99%”– y de satisfacer sus inquietudes –“me gusta más este término que el de problemas”– sobre el cuidado de la piel. De modo que cuatro de los 29 miembros del equipo se dedican por completo al I+D+I. Una apuesta por la investigación, por la innovación, para obtener lo mejor para cada una de las formulaciones, que ella compatibiliza con el cuidado de la clienta. “Tal vez nuestro valor principal como empresa es que somos ‘clientecéntricos’: nos mueve la ingeniería del detalle, el cariño con el que elaboramos todos nuestros productos pensando en quienes los van a emplear”.
La idea de esta emprendedora es replicar el modelo de negocio en otros países
Muchos amigos que conserva de la Lanzadera, aseguró que le recuerdan que una de sus principales inquietudes, cuando se estaba formando, era cómo hacer para atender a los clientes de forma constante. “Lo que he aprendido atendiendo sus comentarios, sus peticiones, sus experiencias… no tiene nombre… Por eso sigo empleando una buena parte de mi tiempo en leer todas las encuestas de satisfacción para saber en qué punto están mis clientas respecto a todos mis productos”.
En cuanto a rango de precios, “en cosmética te puedes encontrar de todo: hay marcas que defienden activos muy interesantes y tienen precios muy competitivos, posicionadas en las grandes cadenas de perfumería y belleza, a partir de los siete u ocho euros. Nosotros estamos en un rango de precios entre 40 y 50 euros, que aún así es bastante menor al de los tres grandes players, que copan el 60% del mercado de la cosmética”, concluyó esta emprendedora que ya piensa en el futuro inmediato de su firma.
“Queremos seguir siendo la marca nativa más querida y respetada del mercado. Y nos gustaría asentarnos muy bien en el país, porque, aunque toda nuestra facturación ha tenido lugar vía web, ahora toca tantear tal vez la apertura de puntos físicos, porque nos lo piden bastante”. Y también, dado que tienen un elevado porcentaje de compras por parte de españolas que viven en el extranjero, “ese cada vez más elevado volumen de pedidos nos da una pista sobre si el producto resultaría interesante en diversos mercados foráneos”.
La idea es tantear la apertura en algún país y, de aumentar el número de clientas y conservar la tasa de repetición de producto que tienen en la actualidad, “replicaremos el modelo cada vez en más mercados. Pero nunca sacrificando la calidad por una mayor rentabilidad: el foco siempre será la clienta”.